Semanario Cultural

No sea usted menos, ¡hágase su lista!

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS CULTURALES.

El miércoles próximo se abre la (muy influyente en el mundo editorial) Feria del Libro de Fránkfort y España es el país invitado de honor. Con este “gancho”, Babelia publica en su última entrega una lista de los que serían los 100 títulos que “han marcado las letras españolas” en lo que llevamos del siglo XXI. El jurado (“un jurado paritario”, se señala) lo formaron 100 votantes entre los que abundan periodistas culturales, filólogos, escritores, profesores, críticos literarios, traductores, etc. No se dan más explicaciones sobre el sistema de votación. El ganador, el puesto número uno es para Tu rostro mañana, de Javier Marías. No parece que sea muy discutible esta elección. Pero a partir de ahí… Pues, como todo se puede discutir, muchos lectores verán en la lista demasiado atrás a sus escritores preferidos, mientras que otros demasiado adelante a alguno que no les merece tal honor. Mientras que los profesionales del sector y algunos escritores ya han dado su opinión a través de las redes, por si les pica la curiosidad. 

Javier Marías, Irene Vallejo y Rafael Chirbes

Jordi Gracia, historiador de la literatura y crítico, y uno de los que ha participado en la elección, escribe en las mismas páginas de Babelia un artículo en el que advierte, no sé si a modo de justificación tras conocer el resultado, que “La maldición de las listas tiene su parte buena: permite identificar no solo aquello que pesa en el criterio del presente, sino también aquello que ha ido difuminándose en la memoria como obra excelente o singular o, incluso, excepcional, pero barrida ya por la sucesión de los días y los títulos”, para concluir que “No ha pasado algo distinto con la votación de los 10 títulos más citados entre los 100 críticos, autores, periodistas y afines”. Pues sí, como a Gracia, nos resulta cuando menos curioso que entre los 10 primeros títulos aparezca en el segundo puesto El infinito en un junco, de Irene Vallejo, un buen libro de divulgación y éxito de ventas, qué duda cabe, así como que repitan con dos novelas Rafael Chirbes y Javier Cercas. Quizá sea, como señala Gracia, que “es muy visible el peso del presente inmediato en algunos de los 10 más votados, y quizá por eso puedan vivir una distinta valoración dentro de 20 años”, augurando que Un amor, de Sara Mesa, o El infinito en un junco dejarán de estar entre los diez primeros. No así Marías y Cercas, a los que califica de “autores irrefutables” de las letras del siglo XXI que seguirán sumando lectores. 

Más allá de disparate que a unos u otros les parezca el listado, señalemos alguna otra curiosidad, como que no aparezca entre los 100 títulos ninguno del campeón de ventas  Arturo Pérez Reverte o que haya que rastrear hasta el puesto 23 para encontrarnos con Almudena Grandes, ambos con un amplio número de seguidores. Del primero, nada dice Gracia, pero sobre Grandes si apunta que “La ingente cantidad de lectores de Almudena Grandes se sentirá mal representada en los lugares altos de la lista”. 

La distopía de Almudena Grandes

Precisamente coincide la publicación de esta lista con distintas reseñas de la última novela de Almudena Grandes, Todo va a mejorar, novela póstuma que tuvo que terminar, siguiendo las instrucciones de la autora, su pareja, el poeta Luis García Montero.  

Almudena Grandes, Benito Pérez Galdón y Luis García Montero

En resumen, la novela habla de una degradada sociedad española en la que el desprestigio de la democracia permitirá a un empresario del sector energético llevar a cabo un plan estratégico de subversión y montar un partido, el Movimiento Ciudadano ¡Soluciones ya! para dirigir el país. Con la ayuda de virólogos, politólogos, delincuentes informáticos y demás gente sin escrúpulos diseña un programa de futuro y obtienen mayoría absoluta en las elecciones. A partir de ahí, la distopía se hace realidad: se limita internet, se cierran las fronteras a los inmigrantes y se abandona la UE. Se instala un régimen policial para controlarlo todo y hasta se lleva a cabo una operación de cirugía social para someter a la población. Solo un pequeño grupo de inconformistas, mujeres en su mayoría, se opondrán. “Estos seres de ficción, en los treinta, en los cuarenta, en los sesenta, parecen los alter ego de Almudena Grandes”, apunta Germán Gullón en El Cultural, a quien el argumento le parece bien compuesto y contado, con el estilo habitual de la escritora: “en el que la claridad de la narración supera la riqueza léxica. Ella redacta con la precisión de un escritor realista, a la manera del admirado Benito Pérez Galdós, despreocupada de la virtuosidad en la representación de emociones que puede ofrecer un escritor más influido por el modernismo como sería Azorín”. Como en la novela realista, la historia se cuenta de modo directo, en tercera persona, salpicada por los diálogos de los personajes, nos dice el crítico. 

En esa misma destreza como narradora realista incide, en ABC Cultural, otro crítico literario, José María Pozuelo Yvancos: “La cualidad mejor de Almudena Grandes es que pone la novela al servicio de unas ideas, pero estas no la ahogan (como suele ocurrir en las novelas de trama política), porque ha sabido encarnar las ideas en un abanico de personajes y de situaciones vitales espléndidamente desarrolladas (…) La otra gran cualidad suya reconocida por todos, ser una hábil narradora, tiene prendido al lector hasta casi el final, con situaciones plegadas a cambios de fortuna y azarosos destinos, algunos fatales”.

Prosa paternal. Escritores que escriben sobre la experiencia de ser padre

Si tienen algún amigo psiquiatra, freudiano mejor, habrán notado, durante esas conversaciones amistosas, triviales, que afloran por efecto de la tercera cerveza, cuando alguien relata sus discusiones adolescentes con el padre, lo que podríamos llamar el instante “hijo-mata-padre”, cómo se apresta a defender que sí, que hay que “matar al padre, que de eso se trata, que solo así madura el hijo y empezará a conocerse a sí mismo”. Recordaba yo esta admonición al leer en el suplemento Abril un reportaje de Bernardo Gutiérrez sobre lo que denomina “prosa paternal”, con lo que se refiere a un grupo de obras de escritores que han hecho de la paternidad objeto de su literatura. Como el guatemalteco Eduardo Halfon, que acaba de publicar Un hijo cualquiera, que le ha servido, según cuenta el escritor “para reconocerse, por fin, como un hijo que ha hecho las paces con su padre, que ha encontrado la empatía a través de la paternidad”. Se cita en el reportaje otros ejemplos, como los de los escritores Andrés Neuman, Alberto Olmos o Manuel Jabois, entre otros. Pero señala el autor del reportaje una característica de esta incipiente corriente de prosa paternal, “que está escrita desde las entrañas, en primera persona, intentando romper la coraza de la masculinidad”. Y recoge estas palabras de Neuman: “Casi no existe todavía una literatura que cuente la relación entre hombres y bebés. Que explore qué siente y piensa un hombre durante el acompañamiento de la gestación, que analice los aprendizajes, dudas y vulnerabilidades que vivimos los padres”. Una nueva mirada literaria que quizá enseñe a cambiar la más convencional que denuncia la norteamericana Siri Hustvedt en Madres, padres y demás, y que presenta a los padres “como criaturas desafortunadas que merecen compasión universal: ‘se les permite tener celos de los bebés o lamentarse días antes de que llegue la paternidad”. Decía Halfon que al convertirse en padre revisó la relación con el suyo y que “la manera de ver a mi padre cambió”. Quede para el recuerdo la voz de Albert Camus ante la tumba de su padre que relata en El primer hombre, diciéndose a sí mismo que ya era mayor que él.

¿Matar al padre para recuperarlo después? ¿Cambia con los tiempos el modo de matar al padre? Se lo preguntaré al amigo psiquiatra…

Cuidados y museos

Y cerramos este repaso sobre lo que nos llamó la atención en la lectura de los suplementos culturales con dos apuntes.

Guggenheim de Bilbao (A.A.)

Por un lado, advertir a los fans del Guggenheim de Bilbao que con motivo de su XXV aniversario, El cultural dedica 14 páginas a recorrer su génesis, su historia y sus principales exposiciones, con testimonios de algunos de los artífices de su gestación y posterior dirección. 

Y en las mismas páginas nos hacemos eco de un artículo para recapacitar del siempre sabio Ramón Andrés bajo el título El cuidado, y hasta dónde llegará nuestro verdadero compromiso con la asistencia a los que más lo necesitan. Comienza el artículo con el siguiente párrafo que ya nos advierte de cuál es su pronóstico: “Repentinos y antojadizos, así somos. Las modas intelectuales, que son tan previsibles como los cambios en el vestir, tienen la capacidad de crear un insospechado número de acólitos, dispuestos, de un día para otro, a militar en la dirección que señalan quienes las ponen en acción. Los que se adscriben a ellas cambian el lenguaje, los gestos, la alimentación y el modo de relacionarse con el prójimo, frecuentan los mismos establecimientos. El problema estriba en la consistencia de estos movimientos y en saber hasta dónde responden a una moda o si son fruto de un sólido propósito.  

Si atendemos a la rápida sucesión de corrientes filosóficas y sociales amparar a cuantos no tienen más que la mendicidad para estar al raso del mundo, es tan plausible y necesario que no ha lugar argumentar lo oportuno de sus iniciativas. Sin embargo, vista la ligereza de esta época, uno no confía demasiado en que esta inclinación a la bondad sea del todo firme. Es decir, verdadera”. Escepticismo en estado puro.

                                                                                                                E. Huilson

N. de R.: Y hablando de cien títulos literarios, recordamos aquí esas listas tan extrañas.

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