Guerra
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS CULTURALES
Guerra
Sobre la guerra de Ucrania: “Es una tragedia, sí. Es un malentendido completo de los rusos. Es una estupidez. Si un día logran dominar Ucrania, será siempre un nido de problemas para ellos. Es muy simbólico lo que pasa ahí. Europa se está quedando sola. Y si vuelve Trump al poder, porque todavía hay gente que lo quiere, o eso parece, América ya no estará ahí para apoyarnos. Eso es muy peligroso…”. Son palabras del escritor holandés Cees Nooteboom recogidas de la entrevista realizada por Juan Cruz para el suplemento Abril, ahora que Siruela celebra los 15 años de la publicación de Lluvia roja, mosaico de textos en los que el autor recrea recuerdos vividos en su casa de Menorca. Sus reflexiones sobre esa guerra reflejan su propia incertidumbre, sentimiento que parece haberse instalado en nuestra vidas sin que atisbemos en el horizonte tan anhelado tiempo de calma. Por ello buscamos clavos de esperanza a los que asirnos y no caer en la desesperación. La filósofa Victoria Camps, en El Cultural, recuerda que Tony Judt advirtió que “tras el desastre sucesivo de las dos guerras mundiales, hubo una especie de rearme moral, un consenso amplio que puso los cimientos del estado del bienestar”.
Puede ser una puerta a la esperanza, me digo, aunque ya no sabe uno, pues en el mismo suplemento, Manuel Cruz, filósofo y expresidente del Senado, firma su artículo bajo el (poco reconfortante) título Tal vez todavía quede futuro. Sostiene Cruz, a partir de la experiencia traumática que ha supuesto para la población la pandemia de la Covid-19, que lo específico de nuestra época “no es tanto que seamos más vulnerables, como que tenemos una mayor sensación de vulnerabilidad. Sensación que desde luego no debe ser desdeñada (…) la percepción de la realidad forma parte de la realidad”.
En tiempos de incertidumbre, cuando tememos que vendrán días peores, un poco de trabajo en común, remar en la misma dirección, es una buena herramienta. La pensadora Adela Cortina, en la misma revista, denomina una cooperación así como “amistad cívica”, y la define como “la virtud que une a los ciudadanos de una sociedad pluralista cuando se percatan de que hay que cooperar para alcanzar juntos unas metas que es de justicia proponerse…”. Lamentablemente, Cortina aprecia que, en España, “ese ‘nosotros’ que puede querer hacer algo juntos no existe. Los partidos políticos, las redes sociales y los medios de comunicación han destruido día a día toda posibilidad de generar entre la ciudadanía una amistad cívica”, sentencia. Se lamenta Cortina de que “vivimos en una ‘Economía de la atención’ que intenta atraer a las gentes con posiciones polarizadas, discursos del odio, noticias extravagantes…”.
Humor
El humor nos puede aliviar un poco el malestar que provoca la incertidumbre. Woody Allen es buen ejemplo con frases como esta: “cualquiera que alguna vez haya arrojado una cerilla encendida a la bodega de un buque cargado de municiones confirmará que el gesto más pequeño puede provocar una gran cantidad de decibelios”. ¿Estaría pensando en Putin? El neoyorquino es maestro en esa visión de lo absurdo (¿no lo es la guerra?) con el que nos hace sonreír. Es una más de esas frases “estilo Allen” que ha vuelto a desplegar en los relatos de Gravedad cero, su último libro, que reseña Malcom Otero Barral en Abril. Cuenta Otero Barral que según iba leyendo apreciaba síntomas de “ocaso” en el genio de Allen, pero que transmutó su opinión con el último: Crecer en Manhattan. De él nos dice: “fabuloso cuento, digno del mejor Allen cineasta y escritor”. También publica reseña del mismo libro El Cultural, con la firma de Lourdes Ventura, quien advierte también en los relatos que el cómico se estaría repitiendo un poco (“llevan su archiconocida impronta”), pero sostiene que Allen aguanta el desgaste del género y logra de nuevo “sus efectos cómicos y nos hacen reír, a veces, a carcajadas”. La reseñista ofrece un amplio resumen de los relatos más destacados, resumen que nos ahorraremos aquí, pues leer a Woody Allen siempre resulta placentero y agudiza esa parte de nuestra inteligencia que nos avisa de que preocuparse demasiado es muy preocupante por lo que si nos ocurre con frecuencia deberíamos estar más que preocupados.
Vida íntima
Frente a la incertidumbre, podemos probar a volver la vista al pasado, a la vida íntima (la de los demás, claro) y quizá encontremos algún consuelo observando cuánto padecieron algunos de nuestros escritores preferidos leyendo sus escritos más personales. Por lo vulnerables que se muestran, o por su propia percepción de la vulnerabilidad de la que hablaba Manuel Cruz. Juan Tallón, en Abril, pone la atención en cómo Patricia Highsmith, de la que se acaban de publicar sus diarios y cuadernos, “se siente vieja a los 35 años, a la deriva, acabada”. Se enfrentaba la autora a la escritura de una nueva novela después del éxito de El talento de Mr. Ripley, y anota lo siguiente: “La madurez empuja a hacer toda clase de concesiones, te lleva a perdonar las cosas equívocas, te vuelve demasiado sensible para intentar hacer lo difícil. (…) Lo peor de todo, la madurez destruye el yo, y te hace ser como todos los demás”.
¿Se sentiría así de vulnerable Proust cuando escribió a su madre esa carta que encabezaba: “Mi querida mamá: como no puedo hablar contigo te escribo para decirte que no te entiendo”? O, cuando en otra, remitida a André Gide, se lamentaba de su poca pericia: “Temo que poco de lo que he querido decir haya pasado a mis frases y que lo único que para mí valía la pena escribir se haya quedado en la pluma”. Acantilado publicará una selección de sus más de seis mil cartas, coincidiendo con el centenario de su muerte, según informa El Cultural.
Más libros
¿Fueron los lectores de su tiempo los que a Proust y Highsmith les hacían sentirse vulnerables, enfermos de incertidumbre por cuál sería su dictamen? Dejó escrito Cyril Connolly: “Cuantos más libros leemos, antes nos damos cuenta de que la verdadera misión de un escritor es crear una obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene la menor importancia. Pese a esta evidencia, ¡cuán pocos escritores lo admitirán, o, habiéndolo admitido, estarán dispuestos a abandonar la pieza de iridiscente mediocridad que han comenzado!”. Esta reflexión abre La tumba inquieta, del Connolly, el libro que un día lejano una inglesa, alojada en un velero anclado en el Puerto de Andrátx, le prestó al escritor Cristóbal Serra, quien tan deslumbrado quedó, que lo hizo “modelo y destino”. Así lo cuenta el editor y crítico literario Andreu Jaume en el suplemento Lecturas a propósito de la publicación de una antología de la obra de Serra titulada El viaje pendular, en edición del crítico Nadal Suau. Para los que no teníamos noticia de su relevancia literaria reconforta que Jaume señale que “hay escritores que tardan mucho en ser vistos porque en su tiempo escribieron en el envés de la vida”.
Pero para buena vista literaria, la de Pere Gimferrer, que recibirá esta semana un homenaje por su trayectoria como editor de la feria internacional del libro, Liber. Gimferrer nos dio a conocer a Eduardo Mendoza, Julio Llamazares, Muñoz Molina, Roberto Bolaño, entre otros. Y ha editado a Alberti, Octavio Paz y Aleixandre o Juan Goytisolo. Con motivo del homenaje, Sergi Doria le ha entrevistado en el ABC Cultural, donde cuenta cómo le llegaron algunos manuscritos de aquellos incipientes escritores, hoy ya consagrados. Cita a Gabriel Ferrater (¡qué magnífica biografía ha escrito Jordi Amat sobre él!) como uno de sus maestros en el mundo de la edición. Recuerda que solía decir que “con la lectura de una sola página ya sabes si la novela es buena o no”. Se sabrá, digo yo, si esa página se lee con el entrenado ojo del buen editor y lector que ambos han sido.
Si desean probar a jugar un rato a ser lector profesional o editor, y ver si son capaces de detectar si una novela es buena o no “con la lectura de una sola página”, lo pueden intentar con el avance que publica el ABC Cultural de la última novela de Arturo Pérez-Reverte, Revolución, que se pondrá a la venta esta semana. Yo lo he hecho, y creo que me ha funcionado el método Ferrater, aunque me reservaré la conclusión a la que he llegado. A fin de cuentas, uno no es editor… solo un aficionado lector. Lector, por ejemplo, de Santiago Lorenzo, que tanto nos sorprendió (él ya es sorprendente en sí mismo) con Los asquerosos, originalísima y exitosa novela. Lorenzo habla en Babelia, con portada y entrevista incluidas, de Tostonazo, que estará en las librerías a partir del miércoles próximo. Tostonazo tiene que ver con el cine, al que Lorenzo se dedicó algún tiempo. La entrevistadora, Silvia Hernando, dice de la novela: “Entre chuflas y juegos de palabras, como aquel que no quiere la cosa, el costumbrismo de Lorenzo va diseccionando la sociedad actual como una cuchilla bien afilada”. Habrá que esperar a tener la novela en la mano y ver si leyendo un sola página nos hacemos una idea de su valía. De lo que estoy seguro es que será divertida si el autor no ha perdido, como Woddy Allén, su impronta humorística. Veremos si consigue aliviar esta dichosa incertidumbre.
E. Huilson
Bonito repaso.
Me encanta la iniciativa. Muy agradecida. Bss