La rana que vomitaba bebés
La rana incubadora gástrica, hoy desaparecida, es tan fascinante que un grupo de científicos ha intentado, sin éxito, clonar la especie. El motivo no es para menos. Su modo de reproducción es único en el mundo.
“¿Por dónde nacen los niños?” La pregunta le pilló desprevenida, pues quien planteaba esta cuestión tenía solo cuatro años y no supo muy bien qué responder. Como el crío insistió de nuevo y para no dar más vueltas al asunto, y zanjar la cuestión, le respondió: “nacen por la boca”. El niño no se quedó muy conforme porque cuando su madre, embarazada de ocho meses, llegó a casa del trabajo, volvió a lanzar la pregunta. Ante una respuesta más cercana a la realidad, el pequeño corrió a la cocina gritando “abuela… ¡que no nacen por la boca!”. Pues, ¿qué animal existe que vomite a sus hijos?
Pues existe o, más bien, lo hizo, pues se extinguió hace veinte años. Se trata de la rana incubadora gástrica (Rheobatrachus silus), descubierta por el reconocido herpetólogo y académico australiano Michael J. Tyler en 1972, en Queensland, en el noroeste de Australia. Dos años después comprobó que estas ranas se reproducían de una forma única. ¿Cómo? El estómago de la rana se convierte en su útero. La rana se traga sus propios huevos –unos 30- y deja de comer durante seis o siete semanas, mientras los huevos se convierten en renacuajos y finalmente en ranitas. Para evitar digerir a las crías, la hembra deja de producir ácido clorhídrico en su estómago durante este proceso. Al final, la mamá rana se hincha tanto que respira por la piel en lugar de hacerlo por los pulmones. Y cuando ya es el momento del “parto”, vomita a las ranitas hechas y derechas, de poco en poco o todas a la vez, a propulsión.
Fotografía del parto
El hallazgo era espectacular porque abría un campo a la investigación para nuevos medicamentos o para tratar, por ejemplo, úlceras estomacales en los humanos. Pero también es cierto que el descubrimiento de Tyler, reconocido experto en anfibios, fue percibido con cierta incredulidad entre la comunidad científica. Keith McDonald, del Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Queensland, que trabajó con Tyler, encontró, y se la envió, una hembra con crías en su estómago, y el parto oral pudo ser fotografiado para la posteridad.
Keith remitió más tarde otra hembra que, seguramente estresada, regurgitó renacuajos a su llegada. Pudieron ser rescatados y criados en agua del grifo aireada y sin cloro hasta su metamorfosis en ranas. Se observó que de sus bocas salía un exudado parecido a un moco, por lo que cada vez que se cambiaba el agua, se recogía el agua vieja y se congelaba. A partir de este material se identificó la prostaglandina E2, una sustancia conocida por desactivar la secreción de ácido gástrico. Así lo explica Margaret Davies en un sentido obituario que escribió sobre Tyler cuando falleció en marzo 2020*.
Adiós para siempre
Tyler acabó publicando una descripción completa de la rana y su comportamiento en 1981. Hicieron falta años, estudios de campo y estas fotografías para convencer a los incrédulos. Pero la suerte de la especie fue efímera. El último ejemplar en cautividad murió en 1982. Desde entonces, no se ha vuelto a localizar este anfibio en ninguna parte y se ha dado por extinguido.
La desaparición de esta rana puede deberse a numerosos factores. La degradación del hábitat, la contaminación, los patógenos y los parásitos pueden haber contribuido. Y no es la única. Se estima que una de cada cuatro especies de anfibios está en peligro de extinción. Algunas ya han desaparecido, como nuestra rana incubadora. Y también el llamado sapo dorado. Así, no es de extrañar que los científicos suelan referirse a la desaparición mundial de las ranas como el «canario en la mina de carbón».
Proyecto Lázaro
Los investigadores nunca se dan por vencidos. Pensar en el uso farmacéutico que podría desarrollarse con el estudio de esta rana tan peculiar, y su potencial médico, llevó al científico Mike Archer, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, a intentar un proyecto para “resucitar” a la rana incubadora. El proyecto podría llamarse Lázaro –sí, recordando el pasaje bíblico de la resurrección de Lázaro-. Archer tenía algunas ventajas a su favor: la rana es pequeña y puede criarse en laboratorio y, lo más importante, existía tejido congelado de la especie que le había facilitado Tyler.
Para Archer había otra razón de peso: «Si fuimos responsables de la extinción de la especie, deliberada o inadvertidamente, tenemos la responsabilidad moral o el imperativo de deshacerlo si podemos”*.
Para decepción de los científicos, las células no llegaron a desarrollar un embrión más complejo, que se habría convertido en un renacuajo. El proyecto está, por el momento, aparcado, aunque quién sabe lo que pasará en el futuro.
VIRUMBRALES
* Para conocer la intensa vida del científico Michael J. Tyler (1937-2020) nada mejor que el obituario que le escribió su colega, la herpertóloga Margaret Davies.
*Hay un artículo muy interesante en National Geographic que explica el proyecto de Mike Archer para clonar a la rana Rheobatrachus silus.
Curiosidades de la vida. Bonito artículo.
Cada vez que le ponemos cara a un ser vivo que se extingue duele más
Siempre sorprende la cantidad de formas diferentes de vida y las modificaciones y adaptaciones de las especies para no desaparecer. Por desgracia para ellas los humanos tenemos mucha más capacidad para alterar el medio hambiente…