Lecturas

Un nuevo mundo de ayer

Detalle de Telediario de TVE con Carlos Franganillo en metaverso

Asistimos impávidos a una transformación del mundo tal y como lo hemos conocido a causa de la larga e implacable revolución tecnológica y digital en marcha, acunada en el capitalismo global, que en pocas décadas nos situará frente a fenómenos que a algunos nos cuesta imaginar e incubando modelos de vida tan diferentes al actual – utópicos o distópicos, me cuesta elegir el adjetivo– que producen vértigo solo pensarlos y, en algunos de nosotros, hasta el deseo de desertar. 

Se me disparó una alarma sobre el particular hace unos días, cuando, avanzado el telediario de la noche de TVE, su presentador, el muy profesional Carlos Franganillo (elegante en el tono, en los gestos y los comentarios), se colocó unas gafas blancas como de buzo que le tapaban parte del rostro, con el fin de guiarnos por ese nuevo modo de comunicación que llaman metaverso, un mundo virtual que pareciera movernos entre un divertido cómic familiar y la amenaza de un plan soterrado y perverso para la extrañación humana. De pronto, avanzado el noticiario, tras la habitual retahíla de noticias caseras e internacionales, el presentador devino de pronto en muñeco animado gracias a las gafas de buzo, al igual que una experta en la cuestión, que habían llevado al estudio, a la que vimos primero en versión humana y luego en su avatar de cómic cuando empezó la entrevista sobre el tema realizada por el dibujito de Franganillo. Cuando terminó el espectáculo de los muñecos volvió el telediario a la realidad, también las formas humanas, y el presentador realizó otra entrevista, en este caso al presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, quien explicó con entusiasmo contenido la trascendencia del metaverso para un futuro que ya está aquí, haciendo hincapié en la excelente preparación de España para desarrollarlo por la extensión que hemos alcanzado en fibra óptica, pues el invento necesita de anchas “autopistas” para funcionar. La entrevista discurrió toda en su versión humana, no vimos el muñeco del presidente de Telefónica.

Me acordé entonces que Luis María Anson había escrito sobre el particular en El Cultural, el suplemento de libros y artes que ahora difunde El Español, en el número correspondiente a la semana del 17 al 23 de junio. Enumera Anson, como ejemplos de lo que podremos hacer, una serie de visitas y paseos que sin movernos de nuestro sofá nos parecerá que estemos allí: recorrer el Louvre o la Capilla Sixtina o el Taj Mahal; pasear por la Puerta del Sol o la Ciudad Prohibida en Pekín. Así mismo, Anson hace hincapié en la importancia del metaverso para el futuro de las empresas, citando a Álvarez-Pallete, a quien califica de sagaz y “excepcional empresario”. Y no para ahí el relato de las bondades del metaverso. El que fuera director de Abc desgranaba la revolución que va a estar a nuestro alcance: “El metaverso significa la agonía de las dictaduras, de los convencionalismos, de lo políticamente correcto, del dominio del capitalismo salvaje, de la voracidad de los partidos políticos, de los medios de comunicación absorbentes… El hombre que siempre ha peleado por su libertad, desde la esclavitud faraónica al comunismo estaliniano, la disfrutará en plenitud cuando el metaverso entre definitivamente en su vida.” ¡Nada más y nada menos!

Pero los mundos felices, como las revoluciones, nunca llegan exentos de peligros. Veamos. Ser violad@, estafad@, que te roben la identidad y seas extorsionad@ para devolvértela o cometer delitos en tu nombre (o avatar) son algunas posibilidades al transitar por el metaverso. 

“La psicoterapeuta e investigadora británica Nina Jane Patel fue asaltada sexualmente en el metaverso tras llevar en el espacio virtual apenas un minuto. Por su parte Chanelle Siggen se puso sus gafas de realidad virtual Oculus Quest dispuesta a disfrutar de su juego preferido (…) lo que se transformaría en una pesadilla, pues su avatar no tardó en sufrir la misma suerte que el de Patel”. Así comenzaba un reportaje sobre el metaverso publicado en la revista Elle. En él se señala que quienes han sufrido ataques sexuales en el metaverso coinciden en que siempre se enfrentan con personas que les aseguran que lo que ocurre en el mundo virtual no es equiparable con lo que acontece en el plano físico. No obstante, algunos expertos han señalado que sí tiene impacto en la vida física lo que le ocurre a tu avatar. Puede parecer exagerado, pero si, como señalan, “el objetivo de la realidad virtual es que el sistema nervioso crea estar viviendo lo que allí acontece como si estuviera sucediendo en el exterior, un asalto virtual afectará a la experiencia emocional y psicológica de la víctima pese a que su cuerpo físico no haya sido tocado”. 

Por todo ello, no son pocas las voces que reclaman ya el desarrollo de un marco jurídico para prevenir estos delitos. No será fácil hacerlo. Carissa Véliz, profesora de Ética e Inteligencia Artificial de la Universidad de Oxford, conocedora del percal, dejaba esta reflexión en un artículo publicado en el País Semanal que bien podemos aplicar al tema en cuestión del que hablamos: “Uno no produce tecnología ética simplemente por no tener malas intenciones. La tecnología es el resultado de pensar cuidadosamente sobre los intereses de todas las personas que se verán afectadas por la tecnología, diseñar meticulosamente todos los elementos de la tecnología para que sirvan a buen fin, y estar dispuestos a poner a la gente por delante de los intereses económicos”. 

Nocatámbulos, de Edward Hopper (1942)

Mientras se populariza el invento, y sin tener decidido qué hará uno cuando esté a su alcance, solo por fabular, me imaginé por un instante con las gafas de buzo de Franganillo preguntándome adónde ir. Descarté las recomendaciones de Anson y terminé entrando a tomar una copa en ese bar de la esquina que plasmó Edward Hopper en un cuadro al que puso de título Noctámbulos. Sobre ese cuadro escribió Daniel García Florindo un poema cuyos primeros versos dicen así:

Hay un refugio para las aves nocturnas

de la avenida Greenwich, un lugar

pintado en los años cuarenta para

encerrar en una jaula de cristal

la soledad de los pájaros

con sombreros de ala ancha, 

al camarero y a la mujer de rojo

perdida en su silencio inmenso.

Aquellos cuatro personajes dibujados por Hooper me parecieron de carne y hueso. No sé cómo me verían ellos a mí.

ALFONSO SÁNCHEZ

Un comentario en «Un nuevo mundo de ayer»

  • Yo no quiero ver muñecos en mi vida real. ¿Es grave, doctor?

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