Haendel y los fastos reales (I)
Allanando caminos sobre el agua
– Maestro Haendel, cuánto tiempo sin saber nada de vos. Veo que seguís con las mismas cualidades que cuando me abandonó.
– Majestad.
Jorge I de Inglaterra descendía del navío real, atracado en el puerto de Whitehall, pasadas las doce de la noche del 17 de julio de 1717. Estaba pletórico. La fiesta, que había comenzado a las cinco de la tarde, había puesto de manifiesto todo el esplendor de la corona británica y había demostrado las fabulosas cualidades que el rey aún conservaba, a pesar de su edad. El monarca se permitía de vez en cuando este tipo de veladas con cierta dosis de extravagancia para competir con las juergas, desmanes y osadías protagonizadas por su hijo, heredero al trono, quien estaba cansado de esperar turno para ceñirse la corona y pretendía con los excesos más disparatados que se le ocurrían, hacerse ver y oír entre el pueblo. El padre no le andaba a la zaga en esa carrera por la popularidad.
Y al rey Jorge no se le ocurrió nada mejor que organizar una excursión en barco por el Támesis, desde Whitehall hasta Chelsea, ida y vuelta. En el paquebote real, una comitiva compuesta por aristócratas y asiduos de la corte. Había que buscar algo diferente, que atrajera el interés de los miles de londinenses que presenciarían el paso del desfile naval desde las orillas del gran río. Y al barón de Kielmansegg se le ocurrió la idea:
– Podemos pedir que se componga una música que acompañe a la comitiva para que los ciudadanos puedan tener certeza de que el rey también se preocupa por la diversión y el entretenimiento de sus súbditos.
Dicho y hecho. Pero tras la propuesta del barón germano existía otra razón para proponer la iniciativa, más sibilina, pero, sin duda, tremendamente eficaz.
El príncipe Georg de Hannover tenía bajo su tutela a Friedrich Haendel desde 1710 en su Alemania natal (en aquella época el Sacro Imperio Romano Germánico). A finales de ese mismo año, el músico pidió permiso al príncipe para viajar a Londres donde se iba a estrenar una ópera que había compuesto, Rinaldo, basada en un poema del italiano Torquato Tasso. Serían sólo unas semanas, a lo sumo, uno o dos meses. Pero el éxito que Haendel obtuvo en Londres le retuvo en la capital británica y nunca regresó a Hannover, con el consiguiente enfado de su mecenas.
El trono de Inglaterra quedó vacante a la muerte de Guillerno III y Ana Estuardo, que murieron sin descendencia. La corona le correspondía a la princesa Sofía de Hannover, madre de Georg. Pero también murió antes de sentarse en el trono. Así pues, el reinado correspondía a Georg, Jorge I de Hannover, el enemigo de Haendel, despechado por el desplante que había sufrido por parte del músico desertor.
El barón de Kielmansegg, quien había acompañado a Haendel desde su particular exilio londinense, corrió a pedirle al músico que compusiera una partitura para el fasto que iba a protagonizar el rey y, de esta manera, provocar que las aguas, y nunca mejor empleada la expresión que aquí, volvieran a su cauce.
Para la ocasión, Haendel sacó del cajón unas composiciones que ya tenía escritas e incluyó obra nueva. En total tres suites que componen lo que conocemos como la Música Acuática. Detrás del navío real, una barcaza en la que se habían instalado 50 músicos y el compositor, amenizaron el viaje fluvial. Tan entusiasmado estaba el rey Jorge con la música que sonaba que pidió que se repitiera tres veces a la ida y otras tres a la vuelta. Al final, felicitaciones para todos y para el maestro compositor, la primera. El plan del buen barón había hecho su benéfico efecto. Y es que no hay nada como un buen barón, intrigante en la corte, eso sí, para deshacer entuertos y malos entendidos. O para enredar más, quién sabe…
Esta estridencia fue tal, que los reyes europeos quisieron copiarla. Años después, Telemann compuso su Wassermusik, una pieza que fue interpretada en una barcaza que recorrió parte del río Elba, a su paso por Hamburgo, para conmemorar el centenario de la botadura del buque insignia de la flota germana.
GABRIEL SÁNCHEZ
Fragmento de Música Acuática de Haendel, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigida por Emmanuelle Haïm. 2011.
Los instrumentos cerca del agua, qué miedo.