Metallica – St. Anger

El álbum que salvó a Metallica y nadie entendió

Están a punto de cumplirse veinte años del lanzamiento de ‘St. Anger’, el octavo álbum de estudio de Metallica, una de las bandas más importantes del heavy metal americano. Después de un lapso de 6 años sin editar música, el más largo desde su fundación, la banda publicó uno de los discos más controvertidos de la primera década del milenio. Un LP que salvó al grupo de la debacle y que muchos de los (mal llamados) críticos especializados no supieron entender.

Para entender el estilo, el sonido y las composiciones de ’St. Anger’ hay que situarse en un contexto en el que Jason Newsted, el bajista que había sustituido al bajista fundador –trágicamente fallecido en un accidente de tráfico– había abandonado el barco, James Hetfield (cantante y frontman del grupo) había iniciado un proceso de rehabilitación y la banda acababa de contratar a un trabajador clínico a modo de psicólogo para limar sus asperezas internas. Un proceso que terminaría convertido en documental y publicado un año después del lanzamiento del disco. 

Todas estas vicisitudes hacen del disco más denostado de Metallica el más interesante. En pleno apogeo del nu metal (un estilo amalgamado de heavy metal con hardcore de finales de los 90 y principios de los 2000 que se centraba mucho más en el groove y la pesadez que en los riffs y la rapidez), Metallica inventó su propia manera de hacerlo. Prescindieron de los solos de guitarra y se centraron en conseguir –de la mano de su productor Bob Rock, que también toca el bajo a lo largo del disco– un sonido que buscaba reflejar la frescura de un ensayo de garaje pero que disgustó a muchos en su momento. 

Con una portada de Pushead, que también hizo la de su mítico disco “…And Justice For All”, Metallica exorcizó sus demonios gracias a ‘St. Anger’ (no hay más que leer las letras) y nos dejó uno de los trabajos de heavy metal moderno más especiales e importantes de principios de siglo. No te pierdas el vídeo que grabaron en la cárcel de San Quintín sin trampa ni cartón… no tiene desperdicio.

@sanchificatus