Bolero
De las buenas amistades, de los encargos, de los compromisos a los que uno no se puede negar, aunque maldita la gracia que tiene ponerse a trabajar ahora en eso, nacen las grandes obras en la mayoría de los casos. El autor se compromete, se afana en quedar bien con quien le ha hecho el encargo, agradecido por haber sido el ilustre designado para acometer el proyecto.
Maurce Ravel era el autor más famoso de Francia después de la muerte de Debussy. Sus éxitos recorrían las salas de concierto más importantes de todo el mundo. En el año 1927 tenía programada una gira por distintas ciudades de los Estados Unidos para llevar su música más allá de las fronteras europeas.
Una noche, después de asistir a una representación del Ballet de Ida Rubinstein, bailarina rusa que se había convertido en empresaria y gozaba de fama y mucho dinero, le llegó la propuesta:
-Maestro, le dijo la bailarina. Estoy preparando el repertorio para la temporada que viene. Le he pedido partituras folklóricas rusas a Stravinski y a usted le pido que me componga un ballet con aires españoles.
La idea agradó a Ravel, que no había compuesto música para ballet desde 1919 cuando se estrenó La Valse. Además, conocedor como pocos franceses de la música tradicional española (había nacido en la frontera vasco francesa), comenzó a rondarle en la cabeza la idea de crear un conjunto de piezas basándose en la suite de Iberia, de Isaac Albéniz. Se titularía Fandango y sería perfecta para ser interpretada por un ballet de prestigio como el que dirigía Ida Rubinstein.
Antes de marchar de gira dejó todo preparado. Pero a la vuelta, ay, la sorpresa: los derechos de autor de Iberia pertenecían a otro músico español, discípulo de Albéniz, Enrique Fernández Arbós. Deprimido por el jarro de agua fría que acababa de recibir, decidió abandonar la idea. Pero Fernández Arbós, en un gesto de generosidad, conociendo la obra de Ravel y sabedor de la vergüenza que el compositor francés estaba pasando al intentar apropiarse de unos derechos que no le pertenecían, le comunicó que se los cedía con mucho gusto. Pero Ravel rechazó la oferta.
En el verano de 1928, Ravel pasó unas cortas vacaciones en su ciudad natal, Ciboure, cerca de San Juan de Luz. Le acompañaba su amigo y también compositor Gustave Samazeuilh. Allí le llegó la idea experimental: un ballet con orquesta que sólo utilizaría un tema y un contra tema repetidos y en el que los únicos elementos diferenciadores serían los que imprimiría la orquesta. Samazeuilh contaba que le comunicó la idea una mañana, antes de desayunar, en pijama, y que se dirigió al piano e interpretó la melodía con un solo dedo:
– ¿No encuentra usted que este tema tiene insistencia? Voy a intentar repetirlo un buen número de veces, sin ningún desarrollo, graduándolo mejor con mi orquesta. De manera que esto resultara como «La Madelon».
A la vuelta de vacaciones, ya en su residencia de Belvedere, a 30 kilómetros de París, Ravel terminó la partitura, a la que, en principio, siguió llamando Fandango. Pero por el ritmo que le había imprimido pensó que Fandango era una danza demasiado rápida y decidió cambiarlo por Bolero.
El Bolero de Maurice Ravel se estrenó en la Ópera Garnier de París el 22 de noviembre de 1918, teniendo a Ida Rubinstein, a quien le dedicó la partitura, como primera bailarina. Testigo de excepción y crítico musical de la velada fue el escritor cubano Alejo Carpentier, quien escribió: “Ida Rubinstein cree que su talento le permite abordar esta danza. Su labor coreográfica ha resultado pobre e inferior a la altísima calidad de sus espectáculos. Pero podemos perdonar el error porque hemos escuchado una hermosísima partitura”. Está claro lo que le gustó al autor del Concierto Barroco.
A quien no le gustó fue a una dama que, en el patio de butacas, finalizada la obra gritaba: ¡Au fou!, ¡Au fou! (¡al loco!,¡al loco!). Ravel, que la escuchó entre bastidores, le dijo a su hermano, lleno de satisfacción:
-Ella lo ha entendido.
Antes de terminar: Según la Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Francia, el Bolero fue hasta 1993 la obra que más derechos de autor generó. En 1996 pasaron a dominio público.
Ravel murió sin hijos. Su hermano Edouard heredó los derechos. Cuando la esposa de Edouard murió, se casó con su enfermera, Jeanne Taverne. Cuando murió Edouard, Jeanne se casó con el chofer de su difunto marido, Alexander, quien heredó todos los derechos del Bolero. Viudo Alexander, se volvió a casar y, al final, la mina de oro pasó a manos de la hija de su segunda esposa, una tal Evelyn Pen de Castel, que no tenía ningún parentesco con el compositor. ¡C’ est la vie! Sobre todo para algunas…
GABRIEL SÁNCHEZ
Fragmento del Bolero de Ravel con el Ballet Nacional de España, con el impresionante montaje coreográfico de Rafael Aguilar:
La Orquesta Filarmónica de Viena interpreta en 2010, bajo la batuta de Gustavo Dudamel, el Bolero de Ravel (completo):