Non Nobis Dómine
El himno identifica un país, una institución, un colectivo. Sirve para conmemorar, recordar, loar… Pero mejor recurramos a la Academia para conocer la verdadera magnitud del significado de himno. Y encontramos estas acepciones:
Composición poética en loor de los dioses y de los héroes.
Composición poética y musical cuyo objeto es exaltar a una persona, celebrar una victoria u otro suceso memorable o expresar júbilo o entusiasmo.
Composición emblemática de una colectividad, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan.
Las tres acepciones son válidas para definir el Non Nobis Dómine, uno de los himnos más escuchados en todo el reino de la Gran Bretaña y antiguas colonias del imperio y que ha sido instituido como himno oficial en multitud de escuelas, colegios y universidades.
Lo descubrí viendo Enrique V, la adaptación cinematográfica que Kenneth Branagh hizo de la obra de Shakespeare en 1989. Ese final, en pleno campo de batalla, la cámara atravesando zanjas, vallas de alambre, empalizadas hechas con troncos, tortuosos regatos teñidos de sangre , cadáveres y más cadáveres, soldados yacentes convertidos en héroes y la voz de Patrick Doyle cantando el Non Nobis Dómine, hacen de la escena una proeza cinematográfica muy pocas veces conseguida.
Non Nobis Dómine significa “Nada para nosotros, Señor, sino para la gloria de tu nombre”, cuya letra deriva del Salmo 113:9. San Bernardo de Claraval, un monje cisterciense que vivió entre 1090 y 1153, que contribuyó a la expansión de la orden del Císter por toda Europa y cuyas aportaciones perfilaron el concepto del canto gregoriano y la arquitectura gótica, lo impuso a la orden de los Caballeros Templarios como lema en las primeras décadas del siglo XII. San Bernardo fue acérrimo defensor de la II Cruzada. El himno intenta resumir en unas pocas palabras el ideal y el propósito de su existencia. Los primeros Templarios no vivían y luchaban por interés personal, sino por un concepto, el establecimiento de la sociedad cristiana, una civilización dedicada a la gloria de Dios. Esta idea aún prevalece a día de hoy entre las órdenes británicas de caballería que intentan emular esta gran tradición en el hecho de que sus trabajos y vidas deben ser un ejemplo para otros y, como una hermandad, tener como objetivo llegar a construir una aristocracia del espíritu. Un caballero templario entiende que hay un Dios, una vida creada por Él, una verdad eterna y un propósito divino.
El himno ha sido utilizado desde la Edad Media como oración de gracias y símbolo de humildad. Su popularidad era tal, que durante los siglos XVIII y XIX pasó a formar parte de los repertorios habituales de los glee clubs británicos, esas agrupaciones corales, compuestas fundamentalmente por voces masculinas que formaban tríos o cuartetos, que se organizaban en las escuelas y universidades de Inglaterra. De la restricción religiosa y académica, el himno comenzó a interpretarse en las cenas que distintas instituciones organizaban como símbolo de humildad y para dar gracias a Dios. Era un gesto similar al de bendecir la mesa.
Non nobis Domine generalmente se canta como un canon perpetuo de tres partes con las dos voces siguientes entrando en la cuarta inferior y la octava inferior en relación con la melodía principal. Esta es la versión dada en la mayoría de las primeras fuentes, pero muchas otras soluciones son técnicamente posibles, un hecho que ha contribuido a que el himno se haya hecho muy popular. Tal es su identificación con la acción de gracias que el Non nobis Dómine es el himno oficial en escuelas tan distintas y distantes como el St. Henry Marist College de Sudáfrica, el Belfast High School, el Craigholme de Glasgow, el Covenant School de Dallas, el St. Charles Garnier de Quebec…, y así podríamos citar casi medio centenar de escuelas y universidades que llevan o han llevado el sello del Imperio Británico en todo el mundo. Y una cita final. El Lady Edridge Grammar School for Girls, ubicado en la localidad de Croydon, cerca de Londres, adoptó el Non nobis Dómine como himno oficial del colegio, en una versión cuya letra fue adaptada nada más y nada menos que por Rudyard Kipling.
GABRIEL SÁNCHEZ
Final del film Enrique V donde se interpreta Non Nobis Dómine con la voz de Patrick Doyle:
La verdad, esa música y esa voz con las imágenes tan potentes de Kenneth Branagh en el campo de batalla ponen los pelos de punta. Muy interesante este artículo.