59 Bienal de Venecia – La Leche de los Sueños (1) – Maruja Mallo
The Milk of Dreams (La leche de los sueños) es el lema elegido para La Bienal de Venecia de 2022. Está inspirado en el libro homónimo de la artista surrealista Leonora Carrington, que describe un mundo mágico en el que la vida puede cambiar y transformarse. En el pabellón central se mostrarán obras de las pintoras españolas ya fallecidas Maruja Mallo, Remedios Varo, Josefa Tolrá y la británica, nacida en Las Palmas de Gran Canaria, Georgina Houghton. También se han seleccionado piezas de las artistas españolas contemporáneas June Crespo y Teresa Solar. Este artículo es el primero de una serie que quiere ser un pequeño homenaje a todas ellas.
Maruja Mallo (1902-1995) está considerada como una de las artistas plásticas más reconocidas de la generación del 27, esa generación de las vanguardias que, en muy pocos años, irrumpió en este país, España, con una fuerza inusitada y con obras excepcionales. Maruja Mallo, MM, entró en ese mundo como un torbellino. Influyó y le influyeron. Sus obras se encuentran hoy en museos de todo el mundo y en colecciones particulares.
Atrevida, transgresora, polifacética, divertida, ácida, extrovertida, ocurrente, provocadora, alegre, irrespetuosa con la tradición, irónica, apasionada, rebelde, excéntrica, adelantada a su tiempo, a Maruja Mallo la han definido con estos calificativos con los que más de uno quisiera para sí.
Se ha escrito mucho sobre su vida y sobre su obra así que me centraré solo en tres o cuatro temas que me llamaron la atención.
Sus amigas. Con 20 años llega a Madrid y comienza sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí traba amistad con un tímido Salvador Dalí, que la definió como “mitad ángel, mitad marisco”, y comienza una arrolladora actividad creativa. En esos años, el mundo cultural y vanguardista en Madrid está en plena efervescencia y Maruja Mallo comparte amistad con jóvenes que pasarían a la historia: Buñuel, García Lorca, a los que conoce en la Residencia de Estudiantes, Alberto Sánchez, Benjamín Palencia, de la llamada Escuela de Vallecas, Rafael Alberti, Miguel Hernández…
Pero hay dos mujeres importantes en su vida estudiantil a las que ella recordará: la escritora Concha Méndez, cuatro años mayor que ella, y la pintora Margarita Manso, seis años menor. Concha Méndez, que había sido novia de Luis Buñuel, formaba parte de este grupo de vanguardia pese a la oposición de sus padres, burgueses estrictos y católicos. La admiración por Maruja Mallo -una mujer tan diferente a ella, con unos padres de mentalidad abierta, que no solo animaron a su hija en los estudios artísticos, sino que le permitieron cosas “tan modernas” como salir sola con los amigos, no ir a misa o incluso no llevar sombrero- fue total. Por su parte, la joven Margarita Manso, que tuvo una vida tan triste, aunque entonces no lo sabía, compartió con MM momentos transgresores para la época como cuando, disfrazadas de hombres, visitaron el monasterio de Santo Domingo de Silos, donde la presencia de mujeres estaba prohibida. O cuando, junto con Dalí y Lorca, en plena puerta del Sol, se quitaron el sombrero, algo inaudito en la época, y se fueron caminando mientras eran abucheados por el personal bien pensante. Una performance en toda regla, que dio origen a las “sin sombrero”, mujeres comprometidas e ilustradas y con ganas de pensar por sí mismas sin normas y con libertad.
Su Alberti. Mallo había realizado ya algunas pequeñas exposiciones cuando Ortega y Gasset quedó impresionado por la fuerza de sus lienzos y la invitó a exponer su serie surrealista Cloacas y Campanarios en la redacción de la Revista de Occidente. El éxito fue total y su obra reconocida de inmediato. Por entonces, Maruja Mallo tenía de pareja a Rafael Alberti, una relación que duraría unos cinco años y en la que ambos se imbuyen en la creatividad del otro, trabajan juntos, yuxtaponen su arte.
Hay numerosos ejemplos de la influencia de Mallo en Alberti, pero basten dos para hacernos una idea. Juan Ramón Jiménez, que en una ocasión la definió como “la nueva primavera española”, criticó, sin embargo, la influencia de la artista en Rafael Alberti “lamentablemente separado de su propio y bello ser natural por la calcomanía verdiblanda de María Mallo”. Plá Quiroga, al leer Cal y Canto de Alberti, concluyó: “a ratos, leyendo esta poesía parece que tengamos ante los ojos, transpuestos a verso, estampas de Maruja Mallo. El mismo aire de verbena, la misma arbitrariedad traviesa y sonriente, idéntica atmósfera y luz de fuego…”.
Se refiere Plá Quiroga a una de Las verbenas de Maruja Mallo, que curiosamente, evocan a su vez la relación de Mallo con Concha Méndez, quien también escribió su poema Verbena reconociéndose en los lienzos de MM. Así, Méndez recordaría que su amiga “hizo una serie de cuadros de las verbenas madrileñas que eran maravillosos; en ellos plasmaba muchas de las imágenes que surgían en nuestras conversaciones”. Influencia sobre influencia, pintores y poetas van de la mano.
Sin embargo, Rafael Alberti omitió durante medio siglo su relación con Maruja Mallo. Seguramente fue por respeto –o temor– a su mujer María Teresa León porque fue solo al fallecer ésta cuando Alberti reconoció su cobardía y su impagable deuda con la pintora en un texto que incluyó en sus memorias con el significativo título De las hojas que faltan y en donde se lee: “aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor (…) Yo la admiraba mucho y la quería”. Más vale tarde que nunca, aunque MM no lo pudo apreciar.
Su accidente. Un accidente de coche frenó temporalmente la actividad creadora de Maruja Mallo cuando más reconocida era. Fue en junio de 1928. Viajaba en un automóvil con Carmen Manso, hermana de su amiga Margarita, y Mauricio Roesset, primo de la escultora Marga Gil Roesset, cuando el coche volcó en la carretera de Chamartín. Ellas sufrieron heridas de diversa consideración de las que se recuperaron al poco tiempo. Mauricio, de 19 años, que conducía el coche sin el permiso de los padres, según las crónicas de la época, se suicidó al día siguiente pegándose un tiro en la cabeza. Otras fuentes, más románticas, señalan que fue al ver a Maruja Mallo ensangrentada y pensando que había sido el causante tal vez de su muerte, cuando decidió poner fin a su vida. Dramas que en la familia Roesset no llegaron solas. Su prima Marga Gil Roesset se suicidaría años más tarde, igual que Mauricio, al no ser correspondido su amor por Juan Ramón Jiménez.
Su movida. Maruja Mallo pasó un año en París donde frecuentó el movimiento surrealista y se codeó con Magritte, Miró, Aragón. André Bretón la admiraba y adquirió su lienzo “Espantapájaros”. De vuelta a Madrid, y tras una breve relación con Miguel Hernández, se unió al líder sindicalista Alberto Fernández, alias “Mezquita”, pero el estallido de la guerra civil les separaría para siempre. MM huyó a Portugal. En Lisboa, con ayuda de la poeta y diplomática Gabriela Mistral, embarcó hacia Buenos Aires llevando consigo su lienzo La sorpresa del trigo, inspirado en una manifestación del primero de Mayo. Casi treinta años pasó en aquellas tierras, con producción artística dispar, viajando y exponiendo su obra por todo el continente. En 1948 expuso con gran éxito en EEUU, pero a finales de los cincuenta acabará retirándose tras fracasar varias exposiciones. En 1965 vuelve a España definitivamente viviendo una vida solitaria pues ya no quedan amigos. Sin embargo, su figura empieza a ser reivindicada tras la muerte del dictador Franco y en los 80 se convierte en la musa de la movida madrileña. Si los jóvenes de la época vieron en ella a la rebelde surrealista que fue Maruja Mallo, o a la mujer excéntrica un poco alocada en su vestuario con su excesivo maquillaje que tan bien congeniaba con la época, da ya un poco igual. El hecho es que su figura, su vida y su obra acabaron siendo reconocidas con la Medalla de Oro de las Bellas Artes, ídem de la Comunidad de Madrid y de la Xunta de Galicia. Combativa hasta el final, genio y figura.
ANA AMADOR
Fuentes:
La huella de la amistad en el exilio de Concha Méndez. María del Mar Trallero
La huella de Maruja Mallo en la obra poética de Rafael Alberti. Laia García Prades
Las sin sombrero. Imprescindibles