Súbanse al funicular
Son pegadizas, divertidas, inocentes… Forman parte del folklore italiano y son reconocidas nada más escucharse los primeros acordes. La tarantella ha sido inmortalizada gracias a multitud de versiones que se han escuchado en programas de radio, bandas sonoras de películas, jingles comerciales… Es la canción italiana por excelencia.
Nápoles, cuna de la tarantella, mira al monte Vesubio, de 1281 metros de altura y que alberga a uno de los volcanes en activo más impresionantes del mundo. En 1880 se construyó un funicular que conducía a turistas y viajeros desde el pie de la montaña hasta la base del volcán. Todo un acontecimiento. Y para celebrarlo, los napolitanos no tuvieron mejor idea que componer una canción en homenaje a tan ardua obra que era capaz de conducir a los curiosos hasta la entrada de las entrañas de la tierra. Luigi Denza compuso la música de la pegadiza y popular Funiculi, Funiculà. La letra corrió a cargo del periodista italiano Peppino Turco. La canción se interpretó por primera vez en el Quisisana Hotel Castellammare di Strabia. Todo un éxito. Posteriormente fue presentada en el festival de Piedrigrotta. Allí, un cantante inglés, Edward Oxenford, traductor también de libretos, vio las posibilidades de la tonadilla pegadiza; compró los derechos y la grabó en inglés. La canción se extendió por el mundo anglosajón como el aceite.
En uno de los viajes que el compositor alemán Richard Strauss realizó a Italia en 1886 escuchó la tonada. Pensando que se trataba de una obra popular sin autoría, decidió incorporarla a su poema sinfónico Aus Italien. Pero el funicular tenía dueño, no el vehículo de tracción, sino la canción. Denza denunció al insigne compositor alemán y ganó el pleito. Desde ese momento, cada vez que se interpretaba en algún escenario el Aus Italien de Strauss, Denza cobraba.
Pero el plagio siguió atravesando fronteras. Nicolai Rimski Korsakov, envidioso del éxito que su colega Thaikovski había obtenido con su tarantella Papà non vuole, mama ne meno –que sí era tradicional y no tenía dueño conocido–, decidió incluir el Funicular en su obra Canción Napolitana, opus 63. Vuelta a los tribunales con Denza como acusador. Y, de nuevo, victoria del napolitano que debía estar harto de plagios que acababan en los juzgados. Desde que ganó el pleito, cada vez que se interpretaba la obra de Rimski Korsakov donde quiera que fuese, Denza ponía la mano y le caían un montón de liras.
En 1988, el arquitecto italiano Nicola Pagliara, conocido por obras faraónicas, construidas en varias ciudades italianas, ganó el concurso para diseñar un nuevo funicular que llegara al cráter del Vesubio. La obra costaría 13.000 millones de liras y tenía que estar acabada en 1991. En diciembre de 1992 la primera expedición de turistas debía llegar a la cima. Allí iban a ser recibidos por el tenor Luciano Pavarotti, quien interpretaría Funiculi, Funiculà como colofón a esta nueva inauguración. Nunca se llevó a cabo a pesar del dinero invertido. Distintos contratiempos, entre ellos litigios con los terrenos colindantes que no daban los permisos para el paso de los raíles, los cables, la longitud de los vagones…, dieron al traste con el proyecto y todo el material quedó arrumbado en un solar para decepción de los inversores.
Pero nadie podrá olvidar la cancioncilla que generó grandes beneficios a su autor, más allá de las cumbres del monte italiano que vio nacer la melodía.
GABRIEL SÁNCHEZ
Luciano Pavarotti canta Funiculi, Funiculà, con la Orquesta Filarmónica di Torino dirigida por Marco Armiliato: