Encuentros melancólicos
Salía yo del metro un martes por la tarde, después de un día lidiando con tontos en la tienda cuando me dio un ataque de pánico de la nada.
Decidí irme al parque de enfrente de la estación para llorar a gusto y calmarme un poco antes de volver a casa. Maldita ansiedad, que te pilla en cualquier momento y se lanza a por ti cuando menos lo esperas.
Llorando desconsoladamente y con la mente en otro planeta intentaba disimular mis lágrimas manchadas de rímel cuando veía pasar a alguien.
Una voz me sacó de mi ensoñación depresiva. Levanto la cabeza y me encuentro con una cara amable, las mejillas hinchadas y los ojos llorosos. Es como mirarme a un espejo. Me dice que me ha visto llorar sola y que ella también está llorando sola en el parque, que podemos llorar juntas.
Compartimos miedos, llantos y suspiros exhaustos. Me entero de que también trabaja en una tienda. Nos hacemos reír la una a la otra, con el humor irónico de quien está teniendo un día jodido.
Al cabo de un rato nos despedimos con un abrazo que transmite cariño, pero sobre todo que me recuerda que no estoy sola en mis días malos. Un encuentro melancólico que me alegra la tarde.
No intercambiamos números de teléfono, tan solo el momento. Me pregunto qué estará haciendo ahora, espero que su día vaya mejor que aquel martes del parque.
PAULA
Me encanta tu viñeta y sí, no estás sola. Lo mejor de esa humanidad compartida no pretender segundas partes pero saber que está ahí. Otro abrazo
Cuanto calor hay en los abrazos de verdad!
Abrazos inmensos para ti Paula