Relatos con música

Veinticuatro minutos de memoria

Paco de Lucía

El ofrecimiento le llegó a finales de 1990: interpretar el Concierto de Aranjuez, la obra para guitarra tal vez más representativa de este instrumento como solista. Y si ha habido otras más perfectas, más trabajadas por su autor, más representativas de un movimiento, una época o un estilo, sin duda ésta era la más popular. Miles de versiones descansan en las discotecas de los cinco continentes. El Concierto de Aranjuez es todo un reto para guitarrista que se precie. Y, naturalmente, Paco de Lucía hacía muchos años que había subido a lo más alto de la excelencia de la guitarra, se había codeado con todos los músicos vivos, en distintos estilos y ritmos, y su solvencia sobre un escenario era indiscutible, como indiscutible el éxito que alcanzaba cada vez que rasgaba la guitarra. Pero el Concierto de Aranjuez eran palabras mayores…

Francisco Sánchez Gómez, natural de Algeciras, era hijo de Antonio y Lucía. Su padre, vendedor de telas, gran aficionado al flamenco, tocaba la bandurria y la guitarra. Y transmitió este sentimiento a los hijos. Pero su precaria economía no daba para mandar a los chicos al conservatorio. En casa, con la sonanta paterna, mucho empeño, tradición, ganas y horas, la pieza salía adelante. Luego, cada uno le daba su toque personal. El de Paco era especial, mágico, electrizante, espiritual, limpio. 

Había tocado junto a los más importantes cantaores flamencos de España; había hecho dúos, tríos con los guitarristas de blues y de jazz más reconocidos mundialmente, desde B.B. King hasta John Mac Laughlin. Había innovado -incorporando al flamenco el cajón, oriundo del Perú, por ejemplo-, había roto moldes. Admirado por renovadores y puristas, decir Paco de Lucía era decir la guitarra. Pero el Concierto de Aranjuez… 

Y es que existía verdaderamente un problema de base irresoluble, que daría al traste con la iniciativa: Paco no sabía solfeo y, por tanto, no podía leer la partitura. Pero el de Algeciras se lo pensó dos veces y creyó que aquello tenía solución. Y la tuvo.

Se encerró en una habitación de su casa con una guitarra y un cassete Philips. Durante tres meses y a razón de doce horas diarias –propia confesión- escuchó y escuchó el Concierto y se lo aprendió de memoria, nota a nota, acorde a acorde, arpegio a arpegio. Tres meses.

El resultado fue que el día 18 de abril de 1991 estrenó su particular versión del Concierto en Río de Janeiro. Fiel a la partitura, sólo introdujo dos o tres variantes que “aflamencaron” un poco la obra de Rodrigo.

Edmon Colomer, Andrés Ruiz Tarazona, Maestro Rodrigo y Paco de Lucía, en Torrelodones (Foto: Paco Manzano)

Paco de Lucía lo interpretó en España, por única vez, los días 24 y 25 de abril de 1991 en la Casa de la Cultura de Torrelodones, Madrid, acompañado por la Orquesta de Cadaqués, a las órdenes de Edmon Colomer

El concierto fue grabado por Polygram Ibérica, para el sello Philips, con el patrocinio de la Sociedad Estatal Quinto Centenario. A finales de ese mismo año, la obra fue presentada en la Sociedad General de Autores. Al acto no asistió Joaquín Rodrigo porque, según confesión de sus próximos, no aceptaba que instrumentistas que no habían pasado por el conservatorio ni sabían leer una partitura tocaran sus piezas. Igual le pasaba a Andrés Segovia, denostador también de los guitarristas sin título en marco y pared

Sin título, pero con memoria, calidad, acierto y arte. 

GABRIEL SÁNCHEZ

* Dedicado a mi amigo Alfonso Sánchez

Paco de Lucía, en Torrelodones, ejecuta Adagio del Concierto de Aranjuez, una magistral interpretación:

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