Un poeta en Nueva York y un joven gitano en Montreal…
(Un poeta en Nueva York y un gitano en Montreal están en la génesis de un pequeño vals vienés pleno de horror y de hermosura, de amor y de muerte, que habla de un bosque de palomas disecadas y de un museo de la escarcha, un vals de sí, de muerte y de coñac…)
Cuando Federico García Lorca viajó a Nueva York en 1929 para una estancia de un año en la Universidad de Columbia ya había publicado el Poema del cante jondo (1921) y el Romancero gitano (1928). Lorca conocía bien el universo gitano de su Granada local, también el cante jondo, tan ligado a los gitanos, que había escuchado desde niño; el poeta había llevado al gitano-personaje a la cumbre de mito literario; pero la visión de una ciudad deshumanizada por el capitalismo industrial le mostrará un nuevo rostro del mito marginado: no será el gitano andaluz apartado por la burguesía local, ahora son otros los desplazados que observa: negros y judíos. Se estaba gestando Poeta en Nueva York, nuevo poemario que no vería la luz hasta el 24 de mayo de 1940. El borrador de 96 páginas mecanografiadas y 26 manuscritas se lo había entregado Lorca a José Bergamín en 1936, poco antes de que lo asesinaran. Uno de los poemas que contenía era el Pequeño vals vienés.
El poeta y cantante Leonard Cohen subió al escenario del Teatro Campoamor de Oviedo el 21 de octubre de 2011 a recoger el premio Príncipe de Asturias que se le había otorgado e hizo partícipe al público de una revelación: había caído en la cuenta, dijo, ahora que se había hecho viejo, que aún no había dado las gracias a la persona que estuvo en el origen de su música, un guitarrista español, un joven gitano de diecinueve años que le enseñó a tocar los seis acordes que, según Cohen, fueron la base de todas sus canciones. Cohen ya se había acercado a la obra de Lorca, que le ayudó a encontrar una voz propia, y le llegó otra iluminación gracias a ese guitarrista flamenco que le enseñó a poner lo dedos correctamente sobre el traste de la guitarra y le enseñó esos seis acordes de tonalidad flamenca que le han acompañado durante toda la vida; y añadió: «La poesía viene de un lugar ambiguo que nadie puede conquistar».
Apenas se sabe nada de aquel joven gitano que descubrió Leonard Cohen en un parque de Montreal cercano a la casa de su madre mientras tocaba flamenco rodeado de un exiguo grupo de espectadoras. Cohen contó que, fascinado por el sonido de esa guitarra, se le acercó para pedirle que le diera clases. Se pusieron de acuerdo, pero solo fueron tres sesiones, no hubo una cuarta porque el guitarrista no acudió a la cita. Cohen preguntó por él en la pensión donde se alojaba. Le informaron de que se había suicidado.
García Lorca, en la conferencia Juego y teoría del duende dejó escrito que “la virtud mágica del poema consiste en estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran (…) y esta lucha por la expresión y por la comunicación de la expresión adquiere a veces, en poesía, caracteres mortales”. Con “agua oscura” convertida en tinta, y desde “el lugar ambiguo de donde viene la poesía”, debió engarzar Leonard Cohen los versos de Lorca en los seis acordes que le enseñó el joven gitano español. Puede que así se explique el monumento melancólico que es Take This Waltz, la canción con que el poeta canadiense cerró un círculo creativo. Corría el año 1988; la canción se incluía en su álbum I’m Your Man.
Enrique Morente, cantaor flamenco, granadino, escuchó algunas canciones de Leonard Cohen en 1992 a instancias de Alberto Manzano, biógrafo y traductor del cantautor, y descubrió armonías del flamenco en aquellas canciones (¿los seis acordes?). Manzano quería un disco de homenaje a Leonard Cohen con versiones de sus canciones en clave flamenca. Dice Manzano que cuando Cohen escuchó a Morente (el disco con Sabicas) se quedó asombrado; llegó a decir: “Si Morente canta mis canciones es como si lo hiciera Ray Charles”.
En 1996, aparecía en el mercado discográfico Omega, una nueva revolución en el universo flamenco donde provocaría un nuevo cataclismo como lo hiciera en 1979 La leyenda del tiempo, de Camarón. Convertido en un clásico, Omega no le gustó cuando se publicó ni a los flamencos ni a los roqueros. El tiempo le hizo justicia.
El pequeño vals vienés es el segundo tema del disco Omega que Morente grabó con Lagartija Nick. No creo equivocarme mucho si afirmo que esa canción supone la condensación de una historia que empezó en Granada a principios del siglo pasado, discurrió por Nueva York y Montreal mediado el siglo, y regresó cuando el siglo declinaba, a Granada. Lorca hubiera dicho de esta canción que tenía duende porque tiene sonidos negros que es lo que definía al duende, según el cantaor Manuel Torre. Un duende melancólico, terrible, hermoso.
ALFONSO SÁNCHEZ
Leonard Cohen interpreta Take This Waltz:
Pequeño Vals Vienés, versión de Enrique Morente:
Fascinante lectura. Recuerdo perfectamente a Cohen relatando su encuentro con el guitarrista español y cómo marco su devenir. Muchos matices enriquecedores en el artículo sobre el flamenco y el mundo anglosajón.