Mi patio flamenco

Oscura poesía flamenca (por soleá)

Es natural que cuando uno empieza a escuchar cante flamenco no comprenda en su totalidad el sentido de las letras, las coplas que el cantaor o cantaora va enlazando en una misma tanda, ya sea de soleares o siguiriyas o por tangos. Y no solo por la, en muchas ocasiones, oscura dicción fonética; o por la introducción de ayes y repeticiones de versos, o por el uso de palabras deformadas, recursos que utilizan los artistas para dar el sentimiento apropiado al cante y conseguir el acomodo de la letra en las estrictas leyes del ritmo. La dificultad también la tenemos si tratamos de encontrar un argumento, una historia, y nos topamos con que el cantaor salta de un tema a otro sin una relación aparente. Choca con nuestra expectativa de que el intérprete se dispone a contarnos una historia completa en cada canción, un solo argumento, por así decirlo, como se hace en una canción pop, una balada o un bolero, por citar algunos ejemplos. 

Nadie nos ha explicado previamente que las letras o coplas en el flamenco no funcionan de esa manera, con alguna excepción, que las hay, pues en un mismo cante, el artista interpretará diferentes letras o coplas, una tras otra, separadas acaso por el interludio de la guitarra, que aluden a motivos y situaciones o sentimientos diferentes entre sí. Solo el cantaor o cantaora sabe la razón íntima de su conexión, que hoy será una y mañana otra diferente. Aunque lo más probable es que ni repare en tales disquisiciones. 

La letra flamenca es la expresión concentrada de un sentimiento, de un lamento que es necesario decir. Extraída de la fuente popular, y a la vez de una fugaz inspiración individual, queda apresada en una tonalidad y un compás;  atraviesa el tiempo y se fija en la memoria. Coplas populares en su creación, pero individuales en su reformulación estética, artística. 

Una de las obras emblemáticas de Caballero Bonald, Luces y sombras del flamenco. Y el disco que Morente grabó con Sabicas

El escritor José Manuel Caballero Bonald nos dice que “el cante flamenco primitivo consiste literariamente en un conjunto de coplas referidas a episodios personales, a experiencias vividas por el propio cantaor que dejaron alguna marca imborrable en su memoria (…) peripecias generalmente asociadas a sucesos familiares y de su entorno social: persecuciones, penalidades, cárceles, muertes, referencias a la madre, a la compañera, a la libertad (…) ese es el único argumento del drama -concluye-. Letras que nos cuentan la parte de la historia que los historiadores no cuentan, y una fuente para conocer la tragedia del pueblo gitano asentado en el sur peninsular. Pero es ante todo, repetimos, la experiencia individual del artista. Su inspiración, por un lado, y las coplas provenientes del romancero y el folklore popular que coge para adaptar a su sentimiento, por otro, son las fuentes de su arte. En este punto, advierte el poeta jerezano que los cancioneros o romanceros populares no siempre hay que adjudicarlos a la creación anónima popular, pues muchos poetas, desde Lope, Quevedo y Góngora, o Espronceda, Bécquer y Juan Ramón, hasta los hermanos Machado, Lorca y Alberti utilizaron en algún momento estas expresiones populares. De ahí que se haya dicho que “la musa erudita ha enriquecido siempre los tesoros de la lírica popular”.

Esta erudición que enriquece el acervo popular, y otra razón no encuentro, está detrás de algunas letras que nos llegan desde los principios del flamenco. Entre ellas hay una que de siempre me ha maravillado por su misterio y la belleza del texto. Aunque hay distintas versiones que varían ligeramente algún verso, la copla viene a decir:

Fui piedra y perdí mi centro

Y llegué rodando al mar

Y al cabo de tanto tiempo

Mi centro vine a encontrar

Mercedes Fernández Vargas «La Serneta»

Se atribuye este cante por soleá a Mercedes Fernández Vargas “La Serneta”, una cantaora de Jerez, nacida en 1840, que ha pasado a la historia del flamenco como maestra del cante por soleares. Como prueba del reconocimiento de los artistas al magisterio de la cantaora quedaría esta copla que le hizo Fernando el de Triana cuando falleció la artista jerezana, en 1902:

Cuando murió la Serneta

la escuela quedó cerrá,

porque se llevó la llave

del cante por soleá.       

Volviendo a la misteriosa soleá “Fui piedra…”, digamos que ha sido interpretada por muchos de los más grandes artistas flamencos, entre los que destaca, quizá por encima de todos ellos, Pastora Pavón, “la Niña de los Peines”, que en la grabación, que adjuntamos más abajo, cambia el tercer verso que dice “y al cabo de tanto tiempo” por “y ya a vuelta de mucho tiempo”. Enrique Morente, uno de los últimos genios del flamenco, incluyó esta soleá en el disco que grabó con Sabicas, todo un homenaje al cante y a la guitarra de acompañamiento, y también con otra ligera variación: cambia el verso “llegué rodando al mar” por “me arrojaron al mar”.

Fui piedra y perdí mi centro

Y me arrojaron al mar 

Y al cabo de mucho tiempo

Mi centro vine a encontrar

Para Caballero Bonald, “parece evidente que esa copla proviene de algún repertorio popular y culto entreverado, y que en cierto momento un cantaor se la apropió, la asimiló intuitivamente y la adaptó a su propia sensibilidad”. Y esto sería debido a que en muchas ocasiones se produce este intercambio entre la poesía culta y la popular. Cuando un cantaor necesita contar un episodio de su vida íntima y no encuentra en su interior las palabras o no sabe analizar sus sentimientos de pronto ocurre que un verso que ha escuchado recoge lo que está sintiendo, y entonces lo interioriza, lo transforma, lo hace suyo.

Esta copla tiene un misterio atrayente, telúrico, indescifrable. Se ha relacionado el tema metafórico a una referencia real, la de las piedras antiguas de molino que por el desgaste dejaban de girar y que, ya inútiles, terminaban abandonadas o siendo arrojadas al mar. La erosión del tiempo las iría convirtiendo en polvo hasta su desaparición, uniéndose al todo y recobrando su centro.

El poeta José Ángel Valente, en su Diario anónimo, recoge el 11 de octubre de 1976 el texto de la copla y a continuación refleja algunas anotaciones que nos indican su intención de profundizar en su significado cotejando otros textos, como el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, e investigando sobre “la piedra y el centro en la mitología azteca”. Y se impone como tarea: “Ver: la pérdida del centro”.

El poeta José Ángel Valente reflexionó sobre el sentido de la voz en el flamenco y su relación con la voz poética

A Valente el eco de la copla le perseguía, qué duda cabe. Llegó a pedir información a su amigo Caballero Bonald, y en 1982 publicará un ensayo con sus deducciones que titula La piedra y el centro. En el frontispicio del texto aparece una vez más la copla, pero en una nueva variación. Dice así:

Fui la piedra y fui el centro 

y me arrojaron al mar

y al cabo de largo tiempo

mi centro vine a encontrar

Y se adentra Valente a desentrañar el misterio al que se enfrenta: “Nadie pregunta por el sentido de la copla. No es necesario. La copla es su propio sentido. La voz es su propio sentido. La voz, esa voz con la que el cantaor en el cante canta o se canta a sí, esa voz precipitada o retraída hacia las más estrechas gargantas del alma puede parecer ininteligible. Más adelante se apoyará en San Juan de la Cruz que había escrito, en el comentario de la canción XI del Cántico Espiritual, “como la piedra cuando se va más llegando a su centro”.

¿Centro de qué? ¿Centro de sí ese centro suyo? La piedra y el centro son, en verdad, lo mismo. La separación es padecida en el desgarramiento, nos dice Valente, que está buscando su voz poética. Desgarramiento, ha escrito, y es en este punto donde podemos retornar al principio, a cómo un texto simbólico, culto, vino a iluminar al cantaor que sentía ese desgarramiento como experiencia personal y no encontraba las palabras para su adecuada expresión. Desgarramiento es exilio, estar arrojado “fuera de”, una experiencia vital frecuente cuando se es parte de un pueblo curtido en avatares de persecución, como lo era el gitano de la baja Andalucía. Puede que sea esta una explicación válida, pero dudo de haber dado con la razón última. Sea o no sea válida nos dará igual, porque el misterio regresa una y otra vez, en cada ocasión que escuchamos la soleá de La Serneta, en la voz de Pastora Pavón o de Enrique Morente, en la voz de todos los cantaores y cantaoras que se hunden en su interior para buscar su centro, para sacar la voz más profunda y doliente. Será por eso que le dicen cante hondo, cante jondo.

                                                                                                           ALFONSO SÁNCHEZ

LA NIÑA DE LOS PEINES
ENRIQUE MORENTE

2 comentarios en «Oscura poesía flamenca (por soleá)»

  • Después de Caballero Bonald y de Felix Grande, Alfonso Sanchez es el que más sabe sobre el Flamenco en la España actual. Una lectura muy interesante y demuestra la fuerza, la belleza y los sentimientos que emanan del flamenco a lo largo del tiempo.

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  • Esa poesía es fantástica. En mi opinión por hacer algo de polémica, la piedra y el centro no son lo mismo. La piedra se descentra porque es arrojada, (agredida, abandonada, etc). Después de «largo tiempo» se vuelve a centrar( no es fácil recuperarse de algunos abandonos).

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